Contar las anécdotas graciosas no es lo mío, según dicen los que me conocen le quito lo gracioso a cualquier cosa. No lo hago por gusto, es que esa cualidad no nació conmigo.
Así que intentaré contarles un momento jocoso que me sucedió cuando emprendía este grandioso camino de ser escritora.
Luego de escribir y editar mi publicación de la semana. Busqué la laptop y abrí mi página de administrador. En la plantilla de añadir entrada, coloque el título y el cuerpo de la publicación. Resalte la foto que escogí para esta publicación y programe la fecha y la hora.
Como llevaba poco tiempo, no me había acostumbrado a los comandos. Tenía que repasar en mi mente cada detalle que tenía que colocar y a donde darle para que se publicara como yo quería. A veces tenía que volver a revisar porque no sabía si lo había hecho correctamente.
El día que le correspondía a la publicación salir, la busqué en internet para corroborar, pero no la ví. Esto también se repitió en Facebook y en Instagram.
Revise todo, las categorías, las etiquetas, las direcciones, títulos, etc. Todo está bien, entonces ¿que era lo que estaba mal? Después de revisar todo nuevamente y estar a punto de estallar en llanto porque no sabía la razón. Al final descubrí que el año de la fecha estaba mal. Jamás se publicaría, bueno en varios años no. Fue desesperante, pero al final termine riéndome sola de lo que había ocurrido. No tan sola, porque los que estaban a mi alrededor también se reían, pero creo que no conmigo. Las demás anécdotas serán para otro día.