La mañana comenzó, antes de que el sol saliera. La familia completa camino a la misa de aguinaldo. Con güiro y guitarra en mano los feligreses comenzaron la eucaristía.
Mamá nos acomodó de manera que no podamos tener la oportunidad de hablar entre nosotros o pelear, aunque muchas veces terminamos con los ojos del padre clavados en nosotros. Papá nos decía que estas misas son la preparación del nacimiento del niñito Jesús, y debíamos estar atentos. De lo contrario, los presentes que el niño traería por su nacimiento no llegarían.
Quien diría que esto nos controlaría a cuatro chicos inquietos. Sabrán que si, por lo menos la mayoría del tiempo. En navidad solo se cantaban canciones alusivas al nacimiento del niñito, así que en la misa cantábamos a todo pulmón, creyendo que con cada tonada seremos dignos de más obsequios.
Luego del aguinaldo, los cánticos continúan para acompañar el desayuno caliente que compartimos con todos los presentes. Tomas café y chocolate caliente para comenzar el regreso a casa.
Al llegar a casa dormimos una siesta para recargar energía, mis padres tienen esa costumbre y más cuando el día está lleno de trabajo. En la tarde, luego de hacer nuestras tareas, todos nos metimos a la cocina. Preparamos pavo, arroz con gandules, ensalada y vegetales.
Los abuelos llegaron y todos alrededor de la mesa cenamos en familia. En la noche todos salimos abrigados y junto a los vecinos cantamos aguinaldo. Había café, chocolate, coquito y unos cuantos postes. Los chicos nos fuimos a jugar mientras el abuelo entonaba una canción en compañía de su guitarra.
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