Ese hombre que está ahí es mi papá, los siete días de la semana. El que me llevaba de madrugada al hospital cuando me enfermaba. Me dejaba jugar en su cama, aunque sea para brincar en ella cuando él estaba acostado. Reía cuando acostaba a todas las mascotas realengas del barrio en su cama, porque eran mis bebés.
El hombre que me llamaba nena y para diferenciarme de todas sus nenas me llamaba por mi nombre en diminutivo. Velaba que tuviera un techo seguro y que comer, los siete días de la semana. El que me dio las herramientas, sin querer, para escoger al hombre que sería mi esposo. Me enseñó que ese hombre tenía que ser un luchador y trabajador, sin importar en que parte del mundo.
Mi papá trabajaba los siete días de la semana para que su familia estuviera bien, porque no había un no cuando lo necesitaban. Sus vacaciones eran para los arreglos del hogar, porque eso si su casa era humilde pero no faltaba lo esencial. Con un periódico en sus manos me enseñó a leer usando los titulares y encabezados. No sé cómo lo ven sus hijos, pero para mí es el mejor.
Me dejó un legado en la sangre, un legado de luchar por lo que quiero, y a pelear por lo que creo. Ese hombre ya no me conoce, pero yo lo conozco, y aunque no sepa quién soy voy a estar ahí para él. Él no es mi padre biológico, pero en mi corazón no hay otro papá que no sea él, no hay otro papá que se haya ganado ese puesto tanto como él.
Te amo papi
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