Después de vivir en casas de acogidas y de haber trabajado mucho para salir adelante, me hice de una casa. Una pequeña casa a las afueras de la ciudad. Tenía un gran árbol de mango en el patio trasero, allí pondría unas sillas para deleitarme con las conversaciones de mis visitantes mientras saboreamos sus frutos.
Había sido un sueCasa que siempre soñéo, que hoy se cumplía. Me mude sabiendo que necesitaba mejoras, pero las haría. La casa estaba limpia, pero el abandono y la falta de vida en su interior se veía en las paredes.
No había muebles, lo que haría las mejoras más fáciles. Solo contaba con un colchón inflable y comida para llevar. Tome brocha y pintura, y después de lavar las ventanas de la sala pinte sus paredes.
Una habitación menos, saqué la pintura que se goteo en el suelo y lo limpie con un mapo. Ya tenía el área donde dormiría. Después de varias noches de campamento en la terraza, en compañía de los insectos.
Cansada fui por comida, una lata de sopas era lo que necesitaba. Busque y busque, pero no las encontré. Juraba haber comprado unas cuantas para ocasiones como esta. Cansada y sin deseo de salir, me acosté adormir.
A la mañana siguiente me levante desorientada, necesitaba café. La gasolina que necesito para continuar con el baño. Cuando me senté en el colchón a comer mis tostadas con café, me percaté que la mesa no estaba donde pensaba que la había colocado. Bueno, estaba muy cansada.
El baño necesitaba mucho amor. Se habían entretenido dándole de golpes a las paredes, a las losas le faltaban pedazos y el techo lleno de salpicaduras de fango. Era todo un asco, gracias a Dios habían hecho un baño en la terraza que con una pintura y una limpieza profunda quedo como nuevo.