
En un majestuoso castillo, a las afueras de la ciudad de Betabell, se celebran banquetes interminables. “El festín de los Olvidados”, como le llaman otros. Estos festines duraban toda la noche y a veces, hasta días.
Las noches de los festines, las familias más prestigiadas de la zona se dan cita para degustar manjares exóticos en las mesas decoradas con oro y cristal. Mientras en las calles de la ciudad, la gente lucha por un trozo de pan.
Los ciudadanos de Betabell están casados. Casi no tienen fuerzas ni deseos de pagar los exorbitantes impuestos y cuotas que les exigen para que pocos se beneficien de ellos.
Antes las calles se llenaban de transeúntes que paseaban, degustando helados y bebiendo vino en los pequeños restaurantes que colocaban sus mesas en las aceras. Las personas se recargaban, luego de una jornada larga, charlando.
Pero, para poder gestionar los gastos de la burocracia, el pueblo debe pagar las deudas que los gobernantes acumularon para su disfrute. Así los empobrecieron y la criminalidad aumento, una solución inmediata a la falta de dinero y comida.
Como contestación a las plegarias y suplicas de un pueblo estrangulado, un rumor comenzó a cubrir los rincones como el viento, llenando a la ciudadanía de esperanza. Una fuerza secreta se alza en la oscuridad, dispuesta a hacerle frente al destino que los amenaza.
En las noches, sucesos extraordinarios ocurrían. Durante cada festín, las cocinas eran asaltadas y no se percataban del suceso hasta el momento de servir los alimentos. A la mañana siguiente los ciudadanos comentaban las delicias que dejaban en sus puertas la llamada “resistencia nocturna”.
Lo mismo paso con los vehículos que se dirigían a las cenas, a los ocupantes les fue arrebatado todo objeto de valor y entregado durante la noche a las familias necesitadas de la ciudad.
Hasta que un día, en las murallas del castillo, escrito en letras rojas se leía…
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