Había llegado la época navideña los adornos decoraban las vitrinas de las tiendas, las garlands se enroscaban alrededor de los postes, los árboles repletos de luces y los transeúntes en sus compras de temporada. Todo lo que estaba al alrededor recordaba lo especial de la época.
Agustín llevaba cinco años trabajando en una tienda por departamentos y durante estos años había escalado posición tras posición por su dedicación y compromiso con la compañía. El trabajo era su vida.
Quizás por eso su esposa lo abandono, pasaba más tiempo en el trabajo que en casa y cuando lograba estar en casa pasaba el tiempo en el despacho trabajando. Así que una noche buena su esposa recogió todas sus pertenencias y se fue, Agustín no se percató de su ausencia hasta la mañana de Navidad.
Su madre, la única persona que de verdad lo quería aparte de su esposa, no entendía como su hijo había cambiado tanto a tal punto de odiar la época en donde llego a su vida. No la falta de obsequios, ya que su hijo decía que el dinero no se debía desperdiciar, más bien por la falta de entusiasmo y compasión que Agustín demostraba ante la época.
Esa mañana despertó a las cinco en punto cuando el despertador sonó. Molesto oprimió el botón para disponer de cinco minutos extras para dormir, era la época navideña y había estado trabajando doble las últimas semanas.
Los días festivos eran los más importantes en las tiendas, servir era lo principal para atraer a más clientes y hacer mejores ventas así que Agustín hacia lo necesario. Había estado de pies atendido al público, envuelto regalos y otras cosas más que necesitaba la tienda. Protestando se levantó la segunda vez que sonó el despertador no tenía deseos de pronunciar unas felicidades más.