Maestros en tiempos de pandemia

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A finales de diciembre del año 2019 en la ciudad Wuhan se produjeron los primeros casos de una nueva enfermedad a la que llamaron Covid 19. Poco se sabia de esta enfermedad que pronto se esparciría por el mundo.

En marzo del 2020 se reportaron los primeros casos de esta enfermedad en Puerto Rico, por lo que el gobierno del país tomo la decisión de un “lockdown” para evitar más contagios.

El miedo a contagiarse creció y con ello la incertidumbre que cargan los maestros por su salud. Así fue como a mediados de marzo las escuelas cerraron sus puertas, sin previo aviso, dejando así a maestros y estudiantes sin una idea clara de cómo seguir.

Llegaron a nuestros oídos comentarios sobre módulos, plataformas y comunicación en línea. Las compras en línea se duplicaron. Llegaron computadoras, impresoras y materiales que no teníamos en casa; todo para intentar llevar una educación a nuestros chicos y esto añadiendo el dominio de la tecnología que muchos de nosotros no teníamos.

Miedo al contagio

Esas primeras semanas fue poco lo que dormí, primero por la ansiedad que me provocó el Covid-19, pensar en mi familia y el no saber con certeza a qué nos enfrentábamos; y en segundo lugar por la estrategia más accesible para los estudiantes. Aunque esta no llegó, porque cada estudiante tenía una realidad diferente y yo me tenía que amoldar a ellas, aunque estuviera el día y parte de la noche trabajando para lograrlo.

Se culminó un semestre atropellado, donde el horario del maestro no se respetó y terminamos hablando con padres a altas horas de la noche. Donde los estudiantes entregaron trabajos hasta por WhatsApp y nuestras familias extrañaban al maestro que trabajaba, para al final haber depositado nuestro esfuerzo en el fondo de un zafacón ya que al cerrar el semestre todos fueron promovidos al siguiente grado.

Vacaciones poco placenteras, mientras tomamos talleres para una nueva plataforma que se utilizará en agosto. Nuevamente a la búsqueda de videos, que nos aclaren todo para poder usar Teams y enseñarles a nuestros estudiantes como usarla. Esto sin contar el tiempo que empleado para “jugar” con ella. Aún así las redes sociales se desbordan en mensajes despectivos hacia el maestro, aunque estas decisiones no son tomadas por el magisterio.

El lado de los maestros

Un semestre nuevo a comenzado y con él, los problemas de conectividad y acceso a la plataforma Teams, y los módulos que fueron enviados a reproducir a Colombia. ¡Que comiencen las clases presenciales!, vitorean los padres. ¡Es difícil aprender en línea! Continúan malhumorados, lo que no entiende es que tienen mayor contacto con los maestros.

El magisterio con malabares trabaja entre Teams, SIE y Kronos para cumplir con lo pedido, impartir clases. Esto sin mencionar los emails y WhatsApp. Nos exigen no lastimar a las familias, bajando el nivel de aprendizaje de los estudiantes. Aunque poco se hace por el que no responde al llamado del maestro. Quién sabe cuándo se dignaran en devolver los trabajos asignados al maestro.

Repetir su nombre constantemente para que por lo menos digan presente, con cámaras apagadas y una dejadez que no les permite ni asistir. Si, asistir. Porque aún hay muchos estudiantes que no se conectan en ningún momento. Son pocos los padres que supervisan el progreso en su casa, progreso que sin importar la modalidad deben supervisar. ¿Qué tienen que ayudar a sus hijos en su casa? Los padres tienen la tarea de repasar a sus hijos en casa y cerciorarse que las tareas fueran realizadas. No se si sea la realidad de todos, pero esta es la mía.

Mañana serán presenciales o a distancia las clases, esto todavía no se sabe. Pero el maestro extraña su escuela, extraña su salón. Nosotros somos la cara que recibe con alegría a sus estudiantes, somos los oídos que los escuchan en cada problema que le surge, somos esa persona que cumple más de un papel en la vida de sus estudiantes.

Hoy el magisterio es señalado, señalado por poner límites donde no los quieren ver y recordarle al mundo que, aunque no tenemos el apoyo siempre velaremos por nuestros hijos y los suyos también.

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Soy fruto de un ultraje, donde vinieron ondeando banderas de paz y sólo trajeron desolación. Civilización y conocimiento nos regalaron con su llegada, regalo que ya disfrutábamos desde hacía años.