Durante unos meses intensos me debatí entre mudarme al estado del sol o quedarme en mi patria. Hice el debate interno de los pro y los contra; y aunque sabía que los pros eran más mi corazón se encogía con cada día que pasaba y la fecha de marchar se acercaba.
Me convencí que estaría a dos horas en avión y el parecido del clima y la gente me harían la estadía más placentera, lo que no ha pasado. Soy caribeña y el frío no se mezcla conmigo, así que cuando baja a cincuenti picó mi cuerpo entero lo repudia.
El choque racial saca a la patá la revolucionaria en mí, carajo en mi isla somos multicolores. Sobre todo, cuando menciono que soy puertorriqueña y me piden los papeles, de verdad que hay gringos ignorantes, y no tan gringos.
No todas las experiencias han sido malas. La parte medica es eficiente y las escuelas que he visto tienen de todo. Hay paisajes increíbles y fascinantes, pero en las noches no se escucha el coquí.
Aquí estoy esperando el azote de un huracán categoría 4, y buscando en internet los refugios más cercanos cuando las alertas de tornado comenzaron a sonar. Pensé en mi país sin luz y sin servicios, recordé a María y en ese jodido momento en que estuve sin agua y sin luz, haciendo filas interminables para gasolina. En ese momento no me sentí tan vulnerable como ahora.
El estado del sol no es tan brillante para todos. y más si vienes a trabajar.
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