Boricua o puertorriqueño es aquella persona que nació, ama o se identifica con nuestra monoestrellada. Es aquella que atesora sus costumbre y tradiciones; y se deleita compartiéndolas.
Es la que puede vivir en cualquier parte del mundo y aun así sigue anhelando sentir su aire caribeño, su calor y sus aguas en la piel. La que sufre en la distancia los atropellos, robos y quebrantos que experimenta su familia. Por qué en PR todos somos familia; hay abuelas, vecinos y amigos por los que padecemos.
Aspiramos a un día regresar, por qué no salimos por placer sino por necesidad. Podrás pensar que fue de cobardes, que salimos huyendo, o de valientes, pensado en el bienestar de nuestros hijos. Quizás buscando un sueño, como cualquier artista o deportista del patio. Aunque eso no viene al caso, lo que importa es la causa por la que salió.
Puerto Rico es un paraíso donde los animales anidan y se reproducen, esto pasó con el corrupto. Un animal que corrompe y desequilibra cualquier ecosistema. Un parásito que envuelve a su hospedero y lo asfixia hasta matarlo y cuando no lo mata lo ciega al punto de pensarlo como salvador.
Se ha vuelto el animal nacional, colapsando el sistema educativo, la salud y la seguridad de un pueblo llevándolo a retroceder 50 años. Es momento de erradicar al corrupto, impedirle que siga aprovechándose de la buena voluntad del hospedero y del que lo elige cada cuatro años. ¡Todos unidos podemos!
Escribo desde la diáspora y no por eso dejo de ser boricua, no por eso pierdo el derecho de defender mi patria.