Adoración Inmensa

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Ha pasado más de una década desde que nos conocimos. Éramos mucho más jóvenes de lo que somos ahora, pero desde el primer instante creció en mí una adoración inmensa.

Crecimos juntos en muchos aspectos. Recuerdo la primera vez que golpeo un balón, esa alegría plasmada en su rostro y el orgullo que se me escapaba del pecho. Cuando incursionó en el teatro y practicaba horas incansables para aprender sus líneas.

En las noches me llamaba por cualquier problema o preocupación. Veía sus lágrimas correr y la impotencia de no poder hacer nada para impedirlo. Solo me quedaba dar consejos que sabía no seguiría. 

Me tocó presenciar los cambios en su cuerpo, esos que me indicaban que la adultez se aproximaba y esa dejades de la adolescencia que me volvía loca. Viendo como dejaba de ser su mundo para convertirme en una intrusa que no permitía su felicidad.

Mi adoración creció con el tiempo, pero nunca entendió que mi amor es incondicional. Que ver sus triunfos me hacen feliz y que su tristeza me duele en el alma.

Solo me queda dar abrazos y consuelos. Apoyar cuando sea necesario y escuchar cuando lo pidan. Por qué mi amor siempre estará a su disposición.

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