No hay oportunidad para mí, pero para ti puede que estés a tiempo. Mi nombre es Harry y este no es el principio de mi historia.
Soy el benjamín de mi casa, el querendón como todos me llamaban y yo me lo creía, creía que por eso tenía permitido hacer de todo sin consecuencias.
Cuando decidí no querer ir a la escuela le hice frente a mi mamá, tirándole con palos para que no me siguiera. Mi papá estaba muy involucrado en sus viajes y negocios, así que no le dio importancia que ni a noveno grado llegue.
Aun así,
debía hacer algo con mi vida, me había dicho mi papá. Así que me ganaba la vida
como ayudante de albañil y haciendo patios. A que chico de 15 años le gustaba
madrugar y partirse el lomo cargando sacos de cemento.
El trabajo me daba para mis cosas, pero era muy sacrificante y no estaba
acostumbrado, yo solo sabia ir a la escuela.
Como ya era grande y ganaba mi propio dinero comencé a salir con los muchachos. Bebíamos hasta caernos de borrachos y no desaprovechábamos la oportunidad de acostarnos con cualquier mujer, todo por bajar la bellaquera. Una de esas mujeres tras terminar nuestro encuentro sexual saco un cigarrillo y comenzó a fumar, el cual me ofreció. Por qué no probar, de ahí comenzar a fumar y a mi sueldo tenía que descontar le las dos cajetillas diarias que me fumaba.
De fumar, beber y estar con mujer pase a la marihuana. El éxtasis que me provocaba la mezcla de alcohol y droga me sacaba del día fastidioso del trabajo. Gastaba más del 50 por ciento de mi sueldo en estos placeres y mis padres comenzaban a pelearme por lo descuidado que me veían, aunque no sospechaban de los arrebatos que me daba, pero si me peleaban por lo borracho que llegaba a casa.