
En mi infancia, el vehículo usado era un carro público. Sabíamos ir a citas médicas, de tiendas y hasta a visitar amigos en estos vehículos. Eran característicos por su falta de aire acondicionado y que siempre montaban más personas de las que cabían.
Las madrugadas eran obligatorias, la hora era incierta cuando esperábamos su llegada. Los juegos hacían la espera más entretenida. Años después el medio de transporte ha cambiado un poco, ya los carros públicos no están en la misma cantidad. Aunque si hay trenes, los carros individuales van en aumento en las carreteras. Una comodidad incomoda.
Hoy recordé lo que es una pisa y corre, recordando los gestos y las personas que subían. Los que venían de trabajar o los que traían los paquetes de compras. Recordé mi infancia y las aventuras que vivimos en ellas. Hoy iba con amigos, un viaje relajado entre bebidas y risas. Hoy la vuelta fue diferente, nos dirijamos al sur. La música sonaba en las bocinas, mientras el aire enfría el interior.
Ya son otros años y otras necesidades, pero recordé la simpleza de vivir el hoy sin ahogarnos por el mañana. La simpleza de ser nosotros y que el norte sólo fuera uno.
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