Con manos en el volante me dirijo en dirección norte, el día había sido un reto y me merezco un capricho. Cantando a todo pulmón voy saboreando el “cheesecake” que pronto tendré en mis manos cuando los vehículos reducen la velocidad. El horizonte se oscurece, una gran nube de colores grises se acerca a mí, o yo a ella.
Según me acerco la oscuridad se hace mayor y los destellos de luz ciegan mis ojos cada vez que caen. Las gotas de lluvia comienzan a golpean con fuerza el parabrisas y la visibilidad se hace nula.
Reduzco más la velocidad y enciendo los limpia parabrisas a toda velocidad. Con la vista fija al frente trato de evitar colisionar con el vehículo delante de mí.
Un claro entre las nubes grises capta mi atención, froto las manos sobre los ojos y limpio el parabrisas para saber si lo que veo es real. En lo alto del cielo, envuelta en una columna de aire y destellando rayos a su alrededor, me sorprende la silueta de una chica. Su pelo rizado baila con el viento y la pálides de su piel la hace ver misteriosa.
Cierro los ojos por un segundo y al volverlos abrir no hay ni una nube gris, la tormenta se ha ido y la chica con ella.
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