
Los rayos del sol se asoman por el horizonte, la casa comenzó a aclarar. mientras veía el techo, aún sin cerrar los párpados. Los pensamientos atormentaron durante cada segundo de la noche. Rayos y más rayos, y mi interior sigue en penumbras.
Los ojos ardían, y la cabeza latía. El corazón a cien millas, y dolía, dolía el pensar en el tiempo perdido, en la ausencia de los amigos en los momentos difíciles y en el desconcierto del mañana.
Un lavado de cara, un poco de maquillaje y una sonrisa dibujada en mi cara, era la primera imagen que observaba de mí. Después de varias gotas en los ojos y un café grande, nadie percibiría el caos en mi interior.
– ¡Buen día, buen día! – saludaba a mi paso, pero en mi interior la opresión no me dejaba respirar.
Al llegar a casa, un baño caliente y una taza de té. Para que comience el nuevo deterioro del alma.